Tengo un amigo “sociólogo” del asfalto que
siempre me dice que el futbol uruguayo está compuesto por tribus urbanas, con
su propia cultura particular que las identifica. Y siempre me dice que Cerrito
es una de las tribus más extrañas. No resiste un simple análisis, por que nunca
se le puede encontrar una lógica de comportamiento, ya que es de lo más
imprevisible. Tanto van 3500 personas a verlo, como de repente van 50. Tanto se
porta muy bien, como de repente se porta muy mal. Tanto es capaz de plasmar un
movimiento cooperativo que lo lleve a construir un estadio y acondicionarlo (después
de tantos años de espera), como de repente terminan todos confrontados en
discusiones existenciales y distanciados a muerte.
Al
empezar esta crónica de viaje hacia la ciudad de Colonia en ocasión de la
tercera fecha del campeonato de la B de la Asociación Uruguaya de Futbol, se me
vienen a la mente los conceptos de mi amigo, porque a veces ni yo entiendo cómo
hacemos para seguir respirando en este futbol donde todas las luces de neón
apuntan hacia cualquier lado menos hacia la Iglesia del Cerrito.