Tengo un amigo “sociólogo” del asfalto que
siempre me dice que el futbol uruguayo está compuesto por tribus urbanas, con
su propia cultura particular que las identifica. Y siempre me dice que Cerrito
es una de las tribus más extrañas. No resiste un simple análisis, por que nunca
se le puede encontrar una lógica de comportamiento, ya que es de lo más
imprevisible. Tanto van 3500 personas a verlo, como de repente van 50. Tanto se
porta muy bien, como de repente se porta muy mal. Tanto es capaz de plasmar un
movimiento cooperativo que lo lleve a construir un estadio y acondicionarlo (después
de tantos años de espera), como de repente terminan todos confrontados en
discusiones existenciales y distanciados a muerte.
Al
empezar esta crónica de viaje hacia la ciudad de Colonia en ocasión de la
tercera fecha del campeonato de la B de la Asociación Uruguaya de Futbol, se me
vienen a la mente los conceptos de mi amigo, porque a veces ni yo entiendo cómo
hacemos para seguir respirando en este futbol donde todas las luces de neón
apuntan hacia cualquier lado menos hacia la Iglesia del Cerrito.
Y me pregunto
además, qué extraño encanto feroz y que misterioso magnetismo tiene esta tribu
auriverde.
Como se puede volver a las canchas después
de tanto tiempo, dos años y medio de no estar, de no ir, de vivir irritado con
una serie de situaciones extrañas, como si nada hubiera pasado. Eso se explica
en forma muy sencilla : Nunca se deja de querer. Nunca se muere la ilusión.
En el Cerrito siempre hay espacio para la
discrepancia y siempre hay espacio para el debate, para la lucha. Pero lo que
nunca se puede perder es la convicción de que lo único que importa en esta
vida, es seguir viviendo intensamente, como si cada día fuera el ultimo.
Y con esa convicción nos fuimos un puñado
de auriverdes hacia la ciudad de Colonia, como en tantas jornadas épicas, recordando
esos momentos de antaño, que se guardan
en un baúl al costado del corazón.
Las monstritas vip gestionaron a pulmón y a
corazón el suministro de la bañadera, la gente se fue congregando en el Club el
viernes, y por momentos se vivieron momentos tensos, las dudas de toda la vida,
los morlacos que no aparecen, comienza la angustia, la ansiedad, los nervios de
no pdere ir todos juntos. Pero como siempre pasa en el Cerri, el esfuerzo
colectivo en situación límite se impone a la lógica, y entra en escena el viejo
y querido plan B. Se bajan las pretensiones, se alquila algo más pequeño, se
regatea el precio con la convicción de un musulmán en el mercado, y se logra el
objetivo de poder ir en comunión a ver a ese CERRI peleador y compañero de toda
la vida.
Una vez que arranca la bañadera, ya todo
está en calma. Calma? Las pelotas, calma ¡¡¡. En el Cerri nunca hay calma, ni
la habrá jamás. Ah j aja. El chofer (muy piola, por cierto) no tuvo mejor idea
que antes de ir hacia Colonia, pasar por su casa en el Cerro a buscar vaya a
saber uno qué carajo, y nos cruzamos con camisetas y bombos de la banda de un
club cuyos colores son el celeste y blanco. Creo que los agarramos tan pero tan
concentrados en el partido que tenían contra otro equipo de la curva de
Maroñas, que el ómnibus se paseó por toda la calle Rio de Janeiro y logramos
llegar hasta la ruta sin que ningún elemento contundente colapsara contra
nuestra nave espacial.
A partir de ahí me dije a mi mismo: “Nunca
subestimes un simple viaje a Colonia, vení preparado para todo, negro”.
Una vez que la bañadera logró encontrar
asfalto del bueno , empezó el bombo a hacer sus primeras introducciones y los
pelotudos de siempre que piensan que van a poder dormir todo el viaje, una vez
más se dieron contra la dura realidad de la percusión en los pasillos de un ómnibus
cerrado. Y entonces ya está. No hay más tranquilidad, empieza lo irracional, la
música ambiental en vivo y en directo, las bebidas de todas las nacionalidades
que empiezan a brotar de abajo de los asientos, del interior de mochilas, de
adentro de camperas, bolsas de supermercado, y sobre todo, los cigarrillos
hechos a base de los mejores yuyos que brinda nuestra nación, y que pronto
estarán en todas las estanterías de nuestros afamados comercios, según se
comenta por los pasillos del Palacio de los Doctores.
Con ese panorama, ya no hay lugar para un
dialogo coherente. Todo es música, todo es surrealismo, y arranca el viejo y
querido Cancionero de Cabecera, que en vez de sonajero, se hace con redoblante
y bombo.
Aparece en escena un vasito inofensivo con
el estampado de Bob esponja, pero que por dentro encierra cosas que impulsan a
que el organismo llegue a su estado de éxtasis musical y melódico.
Y así transcurre el camino hasta la vieja
Colonia del sacramento. Una vez que llegamos, hasta los adoquines van sintiendo
la presencia de gente conquistadora, de gente que viene a llevarse algo, que no
vino a visitar y nada más. Que vino por algo más que tres puntos. Vino por
todo. Y copó, y cantó, y aunque parezca raro, si 33 hombres liberaron a este
país en la playa de la agraciada, por qué 33 bardos no pueden adueñarse de una
comarca tranquila y pacífica.
Así es el Cerri, así de l´rico, así de
quijotesco. Así de utópico. La vida es una utopía eterna, y nosotros lo ejercemos
día a día. Otros en nuestra situación, se bajan del ómnibus, caminan calladitos
hasta el estadio, miran un partido, se suben y se van para su casita. Pero el
cerri es otra cosa, es fiesta, es carnaval. Y por eso nos conocen. Es nuestra esencia,
es nuestro sello de identidad. Así seamos mil quinientos o 500 o 10 personas.
Uno lleva esa cosa por dentro que nos dice: Qué me importa si somos 10, 20 o
30. Acá copamos y punto. Siempre me pone tensa esa situación, porque nunca sé
con qué me puedo encontrar, pero esa adrenalina es tremenda, es única.
Al bajar de la nave espacial, entra en
escena la sesión de fotos, la que nunca puede faltar. Se busca el mejor
perfil, el mejor paisaje, una imagen que
se plasme en la eternidad. Y se logra, “siempre sale la foto”.
Como de costumbre, llegamos a la ciudad de
turno sobre la hora, y nos bajamos a unas 15 cuadras de la cancha, y por eso
como siempre llegamos pa los 5 minutos del primer tiempo.
La barra de aliento del Plaza Colonia ya
estaba instalada, con su infraestructura de bombos y clarinetes desplegada, y
cantando tranquilamente. Nos llevó unos minutos instalar las banderas, pero
sobre el final del primer tiempo ya estábamos cantando y agitando a todo vapor.
Y la verdad que con que despliega el equipo
sobre el terreno de juego, dá gusto agitar. Con todo lo que se habló acerca del
tema futbolístico, la verdad es que ninguno de nosotros creyó que pudiéramos competir
con dignidad este año. Y la verdad es que por lo menos yo estoy loco de la vida
con estos botijas. Están bien paraditos, tocan y tocan, no pierden una sola
pelota dividida ( a puro corazón). En fin, siempre la pelota la tenemos
nosotros. ¿Y cuanto vale eso ? ¿No vale nada?
Para mi vale un montón, y por lo conversado con el resto de la tribu, la gente
está convencida de que ese es el camino, que es así que se debe jugar a este
negocio. No se bartolea la pelota, no se dan patadas a lo loco, no se discute
con los jueces solamente por hinchar las
pelotas, no se generan discusiones al cuete con los contrarios. Solamente se
intenta jugar al futbol y llegar con claridad al arco rival.
Lógicamente se están pagando las
consecuencias de no haber hecho una pretemporada acorde a las necesidades, y
nos cuesta llegar con aire suficiente a la ciudadela rival.
El 0 a 0 final puede dejar en el aire ( sobre
todo en la mente de los que no pudieron asistir el cotejo) una aureola de
aburrimiento, pero los que estuvimos allí sabemos que no es así. Hasta el
ultimo suspiro estuvimos rondando el arco de los Patas blancas, y es justo
decir que ellos también metieron y anduvieron rondando el arco con ganas,
aunque siempre se encontraron con nuestro golero, que tiene aplomo y muy buenos
reflejos.
El empate tuvo un sabor dulce ya que sirve
para mantener el invicto, es un punto de visitante en una cancha donde el local
siempre complica, y por sobre todas las cosas, nosotros no somos el Milan ni el
Barcelona, y un punto para nosotros, es la vida.
Y como si fuera poco, nos quedamos a un
punto del liderazgo, habiendo jugado dos partidos de visita.
Una vez que culminó el partido, otra sesión
fotográfica, una llenada de combustible en un supermercado local y regresamos
hacia el cerrito ya que nos esperaba el festejo de los 83 años del club en la
sede social.
A media noche, bombas brasileras, cañitas
voladoras y mucha alegría. A continuación asado, chorizos, vino, chusmerío,
anécdotas, diálogos futboleros por cada rincón de la sede.
Para finalizar esta crónica del viaje a
Colonia, es tiempo de convocar al resto de la tribu y llenar de una vez por
todas ese Maracaná el sábado que viene.
Dejen todo, mujer, vicios, actividades domésticas, y vamos a encarar
hacia el Borro a ver a esos muchachos que están dando mucho más de lo que
nosotros le estamos dando a ellos. Se merecen una cancha con importante
presencia de auriverdes, que respalden lo hecho hasta el momento.
Hasta la próxima, compañeros de tribu “El
Brasilero”.
Muy buena Cronica "Brasilero", lamento no poder ir pero algun dia estare junto a uds.,arriba Cerrito.-Daniel Sastre.-
ResponderEliminarESCELENTE
ResponderEliminarIMPRESIONANTE LA NOTA ,DESCRIBÍS A LA BANDA DE CERRITO ,TAL CUAL ES.
ResponderEliminarPOR ESO LA FRASE QUE REZA "CERRITO MÁS QUE UN CLUB,UN SENTIMIENTO INEXPLICABLE "
EL SABADO ESTOY AL FIRME CON LA TRIBU AURIVERDE.
No hay más nada que decir respecto a nuestra identidad auriverde.
ResponderEliminarIndudablemente, CERRITO ES UN SENTIMIENTO INEXPLICABLE.
A todos los Cerritenses, FELIZ CUMPLEAÑOS AURIVERDE.
Genial Brasilero me encanto!!!!
ResponderEliminarSi me dejás tomo una frase tuya y hago una bandera. Arriba!!
M A E S T R O ! ! Es un deleite leer tu crónica.
ResponderEliminarYa estamos ansiosos esperando la próxima.
Un abrazo para todos.
Que grande mi amigo. Pero sabés algo...yo soy un indio de esa tribu, también soy un gitano ,y soy un cerristones, , y soy un borracho del maternal, y soy un cumbiero del norte , y soy un hincha, y soy socio, y soy colaborador, y fuí directivo,etc etc... pero lo mas lindo que yo también "SOY CERRITO"
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